Se eternizó el instante, porque al verte sobre ti se volcó toda mi vida.
El amor es gracia humanizada y es tan irreal como los mismos sueños.
Todo se cambia, todo se transforma: la verdad, la mentira, los despojos.
Al verte, loca alegría danza en mi corazón.
Al evocarte, mi alma se ilumina como un amanecer.
Que en este mi infortunio está mi suerte: pues llevando mi muerte entre mi vida, es inmortal la vida de mi muerte.
Me abrieron tus ojos las puertas de lo eterno y el secreto de la vida me lo dijo tu boca.
Amor amortiza amor.
Cuando sonríe toda la gracia está en su boca y la alegría como una fiesta entre sus ojos.
Todo el vacío de mi vida lo llena tu sonrisa.
Mujer y ángel que en lo femenino de lo corpóreo que hay en tu existencia, anticipa a mi opaca inteligencia cómo está conformado un ser divino.
Sus ojos, dos puntos suspensivos en el poema de su cara.
Iluminaste mi existencia llenando el arca vacía de mi corazón.
El hombre es el fruto de lo eterno.
En nuestras bocas las sonrisas fueron mensajes de esperanza.
Como revelación de ignoto arcano, hecha del germen mismo de lo tierno, eres misterio que al misterio humano aclara en tí su gema donde quiso mostrar la vida su prodigio eterno para que en tí yo vie...
Sus ojos me hablaron de cosas eternas, su boca me hizo conocer el sabor de la vida.
¡Si yo pudiera con palabras decirte este poema que hay en mí!.
Cuando el mar estaba claro tracé tu nombre en la playa, vino un oleaje a borrarlo y el mar se volvió esmeralda.
El amor es el bálsamo y la herida.