El amor y la amistad se excluyen mutuamente.
Conviene reír sin esperar a ser dichoso, no sea que nos sorprenda la muerte sin haber reído.
La imposibilidad en que me encuentro de probar que Dios no existe, me prueba su existencia.
La mejor manera de hacer carrera es transmitir a los demás la impresión de que ayudarte sería para ellos de gran provecho.
Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud.
Los modales corteses hacen que el hombre aparezca exteriormente tal como debería ser en su interior.
Los amores mueren de hastío, y el olvido los entierra.
La virtud, no por estar de moda, deja de ser virtud.
Casi nadie repara por sí mismo en el mérito de otro.
No admitir corrección ni consejo sobre la propia obra es pedantería.
A veces, cuesta mucho más eliminar un solo defecto que adquirir cien virtudes.
La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.
En la sociedad, el hombre sensato es el primero que cede siempre. Por eso, los más sabios son dirigidos por los más necios y extravagantes.
Hay una especie de vergüenza en ser feliz a la vista de ciertas miserias.
Cuanto más se acerca uno a los grandes hombres, más cuenta se da de que son hombres.
Es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien, ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca.
La mayoría de los hombres emplean la mitad de su vida en hacer miserable la otra.
Es empresa vana tratar de ridiculizar a un necio rico: las carcajadas están de su parte.
Cuando un pueblo se exalta es difícil calmarlo; pero cuando está tranquilo es difícil saber cuándo va a exaltarse.
Los médicos dejan morir, los charlatanes matan.