Colección de paco
Vas Creciendo Sombra A Sombra...
VAS CRECIENDO sombra a sombra
abril se desvanece en tus cabellos
papeles sin sueño habitan en los parques
el dÃa negro es una estrella acuática
La iluminación tiene alas del camino
en los muros no pesa el aire
el rostro de la noche en la ventana
es un ser dormido que despierta
Hay un tiempo desvelado que te esconde
y un fantasma que te hace recordar
La primavera oficia en secreto
un diálogo de niños
y en el cuenco de tus manos
pueden volar los pájaros
El mundo es gris en tus pupilas
es un cuerpo desnudo
que se apoya en los párpados
Elástica la luz se cumple en otro asombro
Solo tu voz rompe la bruma
Vas creciendo sombra a sombra
Otro Mayo
cuando pasabas con tu otoño a cuestas
mayo por mi ventana
y hacÃas señales con la luz
de las hojas finales
¿qué me querÃas decir mayo?
¿porqué eras triste o dulce en tu tristeza?
nunca lo supe pero siempre
habÃa un hombre solo entre los oros de la calle
pero yo era ese niño
detrás de la ventana
cuando pasabas mayo
como abrigándome los ojos
y el hombre serÃa yo
ahora que recuerdo
Ausencia de Amor
Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.
Cómo será acostarme
en tu paÃs de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.
Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.
Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.
Agua
Nubes, helechos rumorosos, piedras,
mi cuerpo anticipándose a los goces
en la colcha mullida de la hiedra;
la siesta me sazona con sus roces
y un tumulto de pájaros rehúye
el vasto territorio del desvelo;
extrañamente de mis dedos fluye
un manantial que sorbe el desconsuelo.
Mis piernas, los anhelos, mis caderas
en torrentes se fueron escurriendo;
era absurdo que tú los detuvieras
apenas desatados y muriendo.
Yo bien sé que me pierdo en lechos de agua
sin vislumbrar la lumbre de tu fragua.
1993
Respiro Y Descanso...
Encontrado entre los papeles inéditos de George Sand.
Se cree que esta carta fue escrita en Mallorca
en medio de su pasión por Federico
Respiro y descanso
al mirarte desnudo.
Este acompañarnos y saber callar
por los caminos de nuestro dolor:
mi escritura se teje
sobre las paredes
del incomparable acorde de tus manos.
Llegada
Llegado marzo, esposa,
no sosiega la tierra.
El corazón avanza
nutrido por el gozo.
La dicha que marcea
como una gota fértil,
quiera colmar de anhelo
la clara sed del valle.
Llegado marzo, esposa,
los pulsos como fuentes
saltan, y salta el rÃo,
y salta en la verdura
un latido sembrado
por la lluvia en los muertos,
que confÃan en marzo
como en la prima vera.
Llegado marzo, esposa,
se desmuere la tierra.
Cigüeñas a la vida
convocan, sin llamada.
Nada tiende hacia dentro.
¡Entreabren las ventanas!...
El almendro esperanza
y anuncia la ventura.
Llegado marzo, esposa,
la vida se hace novia,
don la existencia y dulce
promesa lo que tiembla.
¡Siento el hijo posible
como la encina siente
su rama fresca, y frutos
la parra reavivada!
Llegado marzo, esposa,
te quiero prometida;
te ensueño fértil, fresca
como ¡a hierba nueva;
dispuesta, madre, marzo,
colmo de mis afanes,
con prisa esposa, esposa
de campo hecho presagio.
EpÃlogo
...existenlosbarrotes
nosrodean
tambiénexisteelcatre
ysusángulosduros
yelpoemarÃo
quenossostieneatodos
yestansubstantivo
comoelcatre
elpoemaquetodosescribimos
conlágrimas
yuñas
ycarbón.
Oscureciendo El Bosque
Toda esta hermosa tarde, de poca luz,
caÃda sobre los grises bosques de Inglaterra,
es tiempo.
Tiempo que está muriendo
dentro de mis tranquilos ojos,
mezclándose en el tiempo que se extingue.
Es en la vida todo
transcurrir natural hacia la muerte,
y el gratuito don que es ser, y respirar,
respira y es hacia la nada angosta.
Con sosegados ojos miro el bosque,
con tal gracia latiendo
que me parece un soplo de su espÃritu
esa dicha invisible que a mi pecho ha venido.
Cual se cumple en el hombre
también se ha de cumplir la vida de la tierra;
la débil vecindad que es realidad ahora,
distancia tenebrosa será luego,
toda será negrura.
Miro, con estos ojos vivos, la oscuridad del bosque.
y una dicha más honda llega al pecho
cuando, a la soledad que me enfriaba,
vienen borrados rostros, vacilantes
contornos de unos seres
que con amor me miran, compañÃa demandan,
me ofrecen, calurosos, su ceniza.
Cercado de tinieblas, yo he tocado mi cuerpo
y era apenas rescoldo de calor,
también casi ceniza.
y sentido después que mi figura se borraba.
Mirad con cuánto gozo os digo
que es hermoso vivir.
El Nombre de La Patria
Mi patria es altÃsima.
No puedo escribir una letra sin oÃr
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
porque dan deseos de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo.
Mi patria es altÃsima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oÃdo sonar en los caracoles incesantes.
VenÃa en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y admirado.
Lo traÃan las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra.
Mi patria es altÃsima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas,
de la presencia viva del cadáver,
está ardiendo el nombre de la patria.
Lágrimas Que Dejé
Lágrimas que dejé tras la montaña.
Ojos que no veré sino en la muerte.
A través del adiós, ¿quién me acompaña
si mis ojos que ven no pueden verte?
Lágrimas y ojos que estarán mañana
tan atrás del ayer.
AquÃ, donde no se abre la ventana:
aquà la tierra mana
lágrimas y ojos que no te han de ver.
En Las Trampas de Los Ojos...
En las trampas de los ojos
el paisaje y su escritura verde,
la tierra y su amor calizo,
la luz y sus remolinos amarillos.
El tránsito hacia los escalofrÃos,
hacia el vestido recto de la noche,
hacia el agua embriagante de la cercanÃa.
La plenitud de tu flor abierta
en el espejo, de tu cintura encerrada entre mis manos,
de tus labios en el lugar común
de mi nombre completo.
La Rueda
Verdad es que en el mapa figuraba distante,
que una rueda de mi maleta iba gimiendo,
y que en las bocacalles
su cansancio exponÃan con razón mis tacones.
Signos quizás de pérdida -de la esperanza al menos-
en la ciudad oscura,
con mi mapa y más calles de rótulos vedados. Y ese joven
que no sabrÃa decirme sino el raÃdo azul de su bufanda
cuando busco un cobijo, de palabras siquiera.
Andar y desandar con la ciudad ajena como albergue
no mÃo: dádiva y negación a un torpe rodamiento
que, de improviso, si esta es la Torre de la Pólvora,
acalla su insistencia en dar fin al viaje.
Mujer Redonda
Hasta los niños la miraban, cuando
doblaba las esquinas de la calle;
tan azul y radiante, que una llama
parecÃa tener entre los dientes.
HuÃa de la luz con la pereza
de una cierva cansada, y sonreÃa
sintiendo las miradas de las gentes
resbalar por su vientre abovedado.
Se llevaba las manos a la henchida
plenitud de su carne y las dejaba
allà sumidas, por sentir el eco
caliente y vivo del amor, haciéndose.
Hasta entonces, los hombres la siguieron
con ronca voz de barro; y los temÃa;
porque el hombre fue solo para ella
lobo furtivo y sal de madrugada.
Pero ahora les miraba desde un cielo
grávido y fuerte. Ellos la veÃan,
redonda poderosa, como un puño
abriéndose caminos en la niebla.
Si entonces una voz gritaba:
-Mira;
tiene un hijo...
Se apretaba doliente
la cintura de vidrio, y, en la tarde,
era como una encina coronada.
Los oscuros balcones con geráneos;
los húmedos zaguanes; las buhardillas;
las frescas herrerÃas; las campanas
que las monjas tañÃan en el alba...
Todo, a su paso, sin cesar latÃa
al compás de su vientre... Todo, atento
al dulce peso de su vientre... El aire,
de cristal y de gloria, por su vientre...
Ya la carne de trigo se atiranta
y duele extensamente.
¡Cómo sabe
el dolor de los hijos!
¡Porque tienen
sabor a junco verde por la sangre!
Tal Como Estabas
En el recuerdo estás tal como estabas.
Mi conciencia ya era esta conciencia,
pero yo estaba triste, siempre triste,
porque aún mi presencia no era la semejante
de esta final conciencia
Entre aquellos geranios, bajo aquel limón,
junto a aquel pozo, con aquella niña,
tu luz estaba allÃ, dios deseante;
tú estabas a mi lado,
dios deseado,
pero no habÃas entrado todavÃa en mÃ.
El sol, el azul, el oro eran,
como la luna y las estrellas,
tu chispear y tu coloración completa,
pero yo no podÃa cogerte con tu esencia,
la esencia se me iba
(como la mariposa de la forma)
porque la forma estaba en mÃ
y al correr tras lo otro la dejaba;
tanto, tan fiel que la llevaba,
que no me parecÃa lo que era.
Y hoy, asÃ, sin yo saber por qué,
la tengo entera, entera.
No sé qué dÃa fue ni con qué luz
vino a un jardÃn, tal vez, casa, mar, monte,
y vi que era mi nombre sin mi nombre,
sin mi sombra, mi nombre,
el nombre que yo tuve antes de ser
oculto en este ser que me cansaba,
porque no era este ser que hoy he fijado
(que pude no fijar)
para todo el futuro iluminado
iluminante,
dios deseado y deseante.
Un Amor Indeciso
Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta...
Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta.
Yo le digo al amor: - ¿Qué te trae a mi casa?
Y el amor no responde, no saluda, no pasa...
Es un amor pequeño que perdió su camino:
VenÃa ya la noche... Y con la noche vino.
¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!...
¿Que palabra no dice, qué nombre no me nombra?... <
¿Qué deja ir o separa? ¿Que paisaje apretado
se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?...
Este amor nada dice... Este amor nada sabe:
Es del color del viento, de la huella de un ave.
(...) Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde,
que huele las naranjas y que las rosas muerde...
Que todo lo confunde, lo deja... ¡Y no lo deja!
Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja...
Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe
que el mañana es tan solo el hoy muerto...
El cadáver futuro de este hoy claro, de esta hora cierta...
Un amor indeciso se ha dormido a mi puerta...
La Paloma
Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que las estrellas, rocÃo
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.
Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana
se equivocaba,
se equivocaba.
Que las estrellas, rocÃo
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba...
Amor
Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme
un palpitar de acuario submarino,
quisiera - licor tenue al difumino -
hundirme, decantarme, adormecerme.
Y a través de tu espalda, pura, inerme,
que me trasluce el ritmo de andantino
de tu anhelar, si en ella me reclino,
quisiera trasvasarme y extenderme.
Multiplicar mi nido en tus regazos
innumerables, que al cerrar los brazos
no encontrases mi carne, en ti disuelta.
Y que mi alma, en bulto y tacto vuelta,
te resbalase en torno, transparente
como tu frente, amor, como tu frente.
Sigue...
Camina, caminante,
sigue;
camina y no te pare,
sigue.
Cuando pase po su casa
no le diga que me bite:
camina, caminante,
sigue.
Sigue y no te pare,
sigue:
no la mire si te llama,
sigue;
Acuéddate que ella e mala,
sigue.
Despertar
Mi niña, al despertar, desaliñada,
casi como las rosas, o más breve,
duda entre niña y pájaro, se atreve
a inaugurar la aurora de la almohada.
Mi niña de la nube o de la nada
debe venir cuando despierta. O debe
de los vientos venir, de los que bebe
mi vida a sus rosales limitada.
Beber vientos, atarse a una camisa
que duda entre las alas y la brisa,
diminuta extensión que el mar quisiera.
¿Qué rey me compra el despertar? ¿Quien sabe
porque es tan breve el mundo y por qué cabe
en una habitación, la primavera?
Lo Imposible
Por odio de lo fácil detesto la aventura.
¿Qué mayor aventura que abrir una ventana,
mirar pasar las nubes mientras pasa la tarde,
acariciar tu pelo, acostarse temprano,
escuchar una voz que canta en otro siglo?
Por odio de lo fácil. Déjame que sonrÃa
ante tantos que anhelan lo que jamás les falta.
No se pisa dos veces en el mismo lugar.
Nadie abraza dos veces a la misma persona.
No se detiene nunca la nave que nos lleva,
incansable da vueltas en su viaje estelar.
MÃrame: ya soy otro. Y te sigo queriendo
a ti que ya no eres quien ayer sonreÃa.
Cuatro estaciones tiene el tren en que viajamos
y en ninguna nos dejan detenernos.
Por odio de lo fácil detesto la aventura.
¿Qué mayor aventura que mirarte a los ojos
y ver en ellos juntas mi dicha y una lágrima?
¿Qué mayor aventura que no saber siquiera
si el dÃa de mañana seguiremos con vida?
Aspiro a lo imposible: a la monotonÃa.
De "Principios y finales" 1997