Sin conocimiento de uno mismo no hay conocimiento de Dios.
Cada uno de nosotros es, incluso desde el vientre de nuestra madre, un maestro artesano de ídolos.
Nadie está excluido de pedir a Dios, la puerta de la salvación está abierta para todos los hombres.
No hay un poco de brizna de hierba, no hay color en este mundo que no tenga la intención de hacer que los hombres se regocijen.