Es necesario diferenciar las cosas: lo que siempre existe sin haber nacido, y lo que siempre está comenzando sin jamás llegar a ser.
Todo lo que nace proviene necesariamente de una causa; pues sin causa nada puede tener origen.
No es en los hombres, sino en las cosas mismas, donde es preciso buscar la verdad.
El tiempo es la imagen de la eternidad en movimiento.
El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos.
El hombre inteligente habla con autoridad cuando dirige su propia vida.
Los hombres viven celosos de la inmortalidad.
Teme a la vejez, pues nunca viene sola.
Si puedo preservar mi buen nombre, seré suficientemente rico.
El virtuoso se conforma con soñar lo que el pecador realiza en la vida.
Los espíritus vulgares no tienen destino.
En todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso.
Si el semblante de la virtud pudiera verse, enamoraría a todos.
La mejor tumba es la más sencilla.
La burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.
Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.
Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.
No hay libro por malo que sea, que no tenga algo bueno.
Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo.
El amor es pérfido.